Mi Filosofía por L. Ronald Hubbard.
Si la filosofía puede definirse como una investigación de las verdades y principios de ser, o el amor, el estudio o la búsqueda de la sabiduría, entonces L. Ronald Hubbard mereció el título de «filósofo». Nunca dijo otra cosa que eso. Cuando sus investigaciones le condujeron al campo de la religión «las verdades y los principios del espíritu» él fue el primero en anunciar que él no era un profeta ni un mesías. Aún así él fue el fundador de la religión de Scientology, y por ello millones de personas le respetan en todo el mundo. El ensayo siguiente nos dice mucho más acerca del hombre, sus motivaciones y porqué ha ganado la admiración de tantos, que cualquier comentario editorial pudiera decir.
El tema de la filosofía es muy antiguo. La palabra significa «El amor, el estudio y la búsqueda de la sabiduría o el conocimiento de las cosas y de sus causas, ya sea teórica o prácticamente».
Todo lo que sabemos de la ciencia o de la religión proviene de la filosofía. Está detrás y por encima de cualquier otro conocimiento que tenemos o usamos.
Durante largo tiempo considerada como un tema reservado para los salones del saber y los intelectuales, el tema, hasta un grado notable, se le ha negado al hombre de la calle.
Rodeada de capas protectoras impenetrables de erudición, la filosofía se ha reservado a unos cuantos privilegiados.
El primer principio de mi propia filosofía es que la sabiduría está dirigida a todo aquel que desee alcanzarla. Es la sirviente tanto del plebeyo como del rey, y nunca se la debe contemplar con un temor reverente.
Los eruditos egoístas rara vez perdonan a alguien que trate de derribar los muros del misterio y dejar que entre la gente. El moderno filósofo americano Will Durant fue relegado al montón de los desperdicios por sus colegas eruditos cuando escribió un libro popular sobre el tema, El resumen de la filosofía. Así es como los insultos se cruzan en el camino de cualquiera que intente hacer llegar la sabiduría a la gente por encima de las objeciones del «círculo íntimo».
El segundo principio de mi propia filosofía es que esta se pueda aplicar.
El conocimiento encerrado en libros enmohecidos es de poca utilidad para nadie, por lo tanto, carece de valor a menos que pueda usarse.
El tercer principio es que cualquier conocimiento filosófico es valioso solamente si es cierto o si funciona.
Estos tres principios son tan extraños al campo de la filosofía que yo le he dado un nombre a mi filosofía: SCIENTOLOGY. Esto sólo quiere decir «saber cómo saber».
Una filosofía sólo puede ser una ruta hacia el conocimiento. No es algo que se pueda imponer por la fuerza. Si una persona tiene una ruta, entonces puede encontrar lo que es verdad para ella. Y eso es Scientology.
Conócete a ti mismo y la verdad te hará libre.
Por lo tanto, en Scientology, no nos ocupamos de acciones y diferencias individuales. Sólo nos interesa mostrar al hombre cómo puede liberarse a sí mismo.
Por supuesto, esto no es muy popular para aquellos que dependen de la esclavitud de los demás para su propia subsistencia o poder. Pero sucede que es el único camino que he encontrado que mejora realmente la vida del individuo.
La supresión y la opresión son las causas básicas de la depresión. Si las alivias, una persona puede levantar su cabeza, recuperarse, llegar a ser feliz con la vida.
Y aunque pueda ser impopular para el esclavista, es muy popular con la gente.
Al hombre común le gusta ser feliz y estar bien. Le gusta ser capaz de entender las cosas y sabe que su ruta hacia la libertad se encuentra por medio del conocimiento.
Por consiguiente, he tenido a la humanidad llamando a mi puerta desde 1950. No ha importado dónde o en qué remoto lugar viviera, desde que publiqué por primera vez un libro sobre el tema, mi vida ya no ha sido mía.
Me gusta ayudar a los demás, y considero como mi mayor placer en la vida ver a alguien liberarse de las sombras que oscurecen sus días.
Estas sombras le parecen tan densas y lo oprimen de tal manera que cuando descubre que son sombras y que puede ver a través de ellas, cruzarlas y estar de nuevo al sol, se siente enormemente dichoso. Y me temo que yo me siento tan dichoso como él.
He visto mucha miseria humana. De muy joven, viajé por Asia y vi la agonía y la miseria de tierras superpobladas y subdesarrolladas. He visto gente desentenderse y pasar por encima de hombres moribundos en las calles. He visto niños que eran poco menos que huesos y harapos. Y en medio de esta pobreza y degradación encontré lugares sagrados en donde la sabiduría era enorme, pero donde se ocultaba cuidadosamente y se daba a conocer sólo como superstición. Posteriormente, en las universidades occidentales, he visto al hombre obsesionado con la materialidad y con toda su astucia; le he visto esconder la poca sabiduría que realmente tenía en aulas siniestras, y hacerla inaccesible para el hombre común y menos privilegiado. He pasado a través de una guerra terrible y no he visto una sola palabra de decencia o humanidad que mitigara su terror y su dolor.
Pues no conozco a ningún hombre que tenga monopolio alguno sobre la sabiduría de este universo. Esta pertenece a aquellos que pueden usarla para ayudarse a sí mismos y a los demás.
Si se conocieran y se comprendieran las cosas un poco mejor, todos llevaríamos vidas más felices.
Y hay un camino para conocerlas y hay un camino hacia la libertad.
Lo antiguo tiene que dar paso a lo nuevo. La falsedad tiene que ser desenmascarada por la verdad. Y la verdad, aunque combatida, al final siempre prevalece.
L. RONALD HUBBARD